En la región amazónica, el copoazú, conocido también como el ‘cacao blanco’, está adquiriendo un papel protagonista en la lucha contra la deforestación. Esta fruta tropical, autóctona de Colombia, Brasil, Perú y Ecuador, es versátil y puede ser consumida en diferentes formas, desde chocolates y helados hasta jugos y cervezas.
Detrás de estos productos, se encuentran cientos de manos campesinas del departamento de Caquetá, organizadas en dos grandes asociaciones: Agrosolidaria y la Asociación de Copoazú de Belén de los Andaquíes. Estas asociaciones son la fuerza motriz que impulsa la siembra, la producción y la transformación de la fruta.
La semana pasada, en el municipio de Leticia, se firmó un acuerdo de cooperación para consolidar la cadena de valor del copoazú. Los firmantes fueron el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Instituto SINCHI, Natura Cosméticos Colombia, Agrosolidaria y la Asociación de Copoazú de Belén de los Andaquíes. Este acuerdo tiene como objetivo evitar la deforestación y contribuir a la conservación de la Amazonia a través del cultivo sostenible de este fruto autóctono.
La Amazonia es el lugar del mundo donde más bosques primarios se perdieron en 2021 debido a la deforestación para realizar ganadería y agricultura de productos no locales, según un informe reciente de Global Forest Watch.
Ferney Vaquero, presidente de la Asociación de Copoazú de Belén de los Andaquíes, inició la siembra del copoazú en 2009 con el apoyo de su familia. Comenzaron con solo dos hectáreas de tierra y desde entonces, han crecido hasta producir alrededor de ocho mil kilos de pulpa de copoazú al año.
Este esfuerzo colectivo no solo ha propiciado el crecimiento del negocio del copoazú, sino también ha contribuido a la preservación de la Amazonia. Agrosolidaria Florencia, una asociación conformada por 250 familias, se encarga de transformar la almendra del copoazú en manteca, que luego se comercializa.
Este proceso se lleva a cabo en una planta agroindustrial que transforma productos forestales no maderables, es decir, bienes de origen biológico que se obtienen sin necesidad de cortar árboles. Este enfoque promueve la conservación de la Amazonia y presenta una alternativa productiva sostenible a la deforestación.
El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi ha brindado apoyo tecnológico y científico a este esfuerzo durante casi 18 años. «La transferencia de tecnología que hemos hecho a las comunidades locales para el cultivo del copoazú es importante para la restauración de la zona geográfica del Caquetá», afirma Luz Marina Mantilla Cárdenas, directora general del Instituto Sinchi.
El resultado de esta colaboración se materializó recientemente con la firma de un importante acuerdo de suministro entre Agrosolidaria y Natura Colombia. Este acuerdo, denominado ‘Amazonia Viva’, busca incorporar la manteca de copoazú en los productos cosméticos de Natura.
Alexandre Lemos, gerente general de Natura Cosméticos en Colombia, destaca «la pasión» con la que trabajan todos los actores involucrados en el tratamiento del copoazú. «Llegamos a la Amazonia colombiana con la visión de fortalecer la identidad regional, apoyar a las familias campesinas cultivadoras, permitiéndoles mejorar su calidad de vida», asegura.
Este acuerdo es una luz de esperanza en el preocupante panorama de la deforestación en el Amazonas colombiano, donde anualmente se pierden 100 mil hectáreas de selva. Un 60 por ciento de esta deforestación ocurre en los departamentos del Guaviare, Putumayo, sur del Meta y el Caquetá, la puerta de la Amazonia en Colombia.
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible ha respaldado este acuerdo, que ha sido celebrado en el municipio de Leticia. Para Agrosolidaria, la responsabilidad en este «matrimonio», como lo denomina su director Ricardo Calderón, es clara: «Tenemos la responsabilidad de mantener la compra de la materia prima a los productores y mantener la calidad en la transformación y el proceso de exportación del producto».
Así, el copoazú se convierte no solo en una fuente de ingresos para las familias campesinas de la región, sino también en un aliado valioso en la lucha contra la deforestación y el cambio climático. Como dice Ferney Vaquero, «vamos a tratar de sembrar más arbolitos para contribuir al medio ambiente», un testimonio de la conciencia ambiental que impulsa este esfuerzo colectivo.