El anhelo de un futuro mejor para los Colombianos se ve frustrado a diario, por un sistema de privilegios que se rehúsa al cambio. La ciudadanía no aguanta más, la indignidad, el abuso y la violencia tienen que parar.

Los discursos de la seguridad democrática, la confianza inversionista y cohesión social, solo fueron palabras vacías sobre las que se cimentó un sistema de privilegios para unos pocos, privilegios conseguidos gracias al despojo de tierras, intereses usureros de la banca, el robo descarado de cientos de billones de pesos de los fondos del Estado y el lavado de dineros provenientes del narcotráfico.

Iván Duque es presidente gracias una sociedad entre los narcotraficantes, la banca nacional y los grandes terratenientes del país que financiaron en la legalidad y la ilegalidad la campaña del hoy presidente. Negar la participación consensuada de dineros del narcotráfico en la campaña Duque es igual de absurdo, que negar los vínculos de Uribe con los grupos paramilitares, la verdad salta a la vista.

El poder tradicional está empantanado en su red de corrupción y malas prácticas, la cortina de los medios masivos de comunicación no puede seguir tapando esta podredumbre moral que los desborda. En plena pandemia mundial el presidente aprovechó para repartir contratos millonarios a sus financiadores, el congreso se dedicó a hacer el ridículo por zoom y las cortes han guardado silencio sepulcral. La lógica de quienes gobiernan raya con la inteligencia, el cinismo y la crueldad.

Pero se van a estrellar, porque no han comprendido que esta no es la ciudadanía de 2002, vivimos en la sociedad de la información, de la inmediatez de las redes sociales, poco está oculto al escrutinio público, pocas cosas pasan de ser percibidas.

Somos una generación frustrada pero consciente de las injusticias de este país, y creemos en la necesidad de encontrar una nueva forma de relacionarnos y de vivir. No creemos que la democracia como método para construir una visión común, pacífica y justa del desarrollo, este agotada, ni mucho menos creemos que exista hasta el momento un mejor sistema político.

De lo que sí estamos convencidos es que las formas institucionales de la democracia están en crisis por no decir en ruinas; basta ver las instituciones colombianas para entender que el Estado Social de Derecho se rompió, la justicia no es más que un fantasma de tiempos lejanos que si uno revisa tal vez nunca existió y el congreso es una corporación de complicidades compradas por el ejecutivo.

En Colombia la clase política tomó la decisión de no formar ciudadanía, también tomó la decisión de corromper las instituciones del Estado, de ahí que tengamos una democracia de papel. El historial de exclusión, violencia, restricción a las libertades y muertos de la “democracia” Colombiana solo es comparable con las dictaduras sufridas por otros países del continente.

Hay que ser claros; esta “democracia” no se va a reiniciar por voluntad e iniciativa de los poderosos que se benefician de sus fallas, la clase política del país ya ha demostrado una y otra vez que no quiere ni desea cambiar, no le interesa, ellos están muy bien así, el régimen de injusticia es el garante de sus privilegios.

La esperanza de cambio está en la nueva ciudadanía, en esa ciudadanía inteligente que está incidiendo y que cada día avanza hacia su consolidación como mayoría. No podemos seguir pensando en el cambio alrededor de un caudillo, no se puede pensar y construir un país alrededor de una persona, la única posibilidad de cambio real, perdurable y posible es bajo la dirección un liderazgo colectivo, ciudadano.

Somos los ciudadanos los únicos que le podemos poner freno al abuso, la corrupción y la violencia. Tenemos que asumir la dirección de nuestro país, de no hacerlo, estaremos condenados a otros cien años de soledad y olvido.

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