Desde que empezó el aislamiento en el país como medida de “cuidado” y prevención de contagio y propagación de Covid-19, comunidades específicas de la población se han visto afectadas. Entre estas se destacan las mujeres, quienes durante estos meses de aislamiento voluntario han sido violentadas de múltiples maneras en diferentes territorios, pero sin duda, el lugar en el que han estado en mayor riesgo es en el interior de sus hogares. En Bogotá se han registrado 5.729 llamadas a la línea púrpura, para pedir ayuda ante casos de violencia doméstica.

Estas llamadas tuvieron un incremento aproximadamente del 200%, con respecto a las llamadas que se recibían antes del aislamiento. En la línea de atención nacional 155, la cual tiene como fin orientar y acompañar a mujeres víctimas de violencia, se han recibido un promedio diario de 108 llamadas, esto en contraste con las 54 que se atendían antes del aislamiento, lo que indica un incremento del 100% en los llamados de orientación ante casos de violencia a mujeres.

La vía pública también representa un territorio de riesgo para los cuerpos femeninos o feminizados. Durante el aislamiento se presentaron casos de mujeres atacadas o raptadas en la vía pública. Esta es una situación de riesgo que se expande y está cobijada en el lema “quédate en casa”. Algunas organizaciones feministas ya habían advertido esta situación, por ejemplo ONU Mujeres dijo que en aislamiento «aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica”.

Lo anterior es una pequeña muestra de que las mujeres no tenemos un territorio seguro para ser mujeres, y esto es un problema muy grave, pues podría atribuirse a la expansión de las lógicas machistas que imponen su fuerza y violencia sobre el territorio y el cuerpo femenino. La falta de un territorio seguro aumenta el riesgo de feminicidio. Ejemplo de esto fue el pasado fin de semana, cuando se presentaron 15 feminicidios en tan solo tres días. Estos hechos de violencia contra la mujer, ya son razón suficiente para encender las alarmas de «Emergencia Nacional por Feminicidios».

Según el Observatorio Feminicidios Colombia, en cuatro meses que llevamos de cuarentena se han reportado 104 casos de feminicidios a nivel nacional. Se evidencia, examinando las fuentes recolectadas por el Observatorio, que los responsables de los feminicidios en la mayoría de los casos son parejas sentimentales, compañeros o amigos de las víctimas. Es decir, personas de su confianza.

Cuando miramos esta situación, parece que no puede ser más grave; sin embargo, existen varias instituciones, comportamientos o manejos de la información, que repercuten en la revictimización de las mujeres asesinadas, y no siendo esto suficiente, de forma irresponsable o inconsciente, nutre el sistema patriarcal culpable de estas atrocidades. Una de ellas es el accionar de los medios de comunicación.

Ante casos de violencia de género, los medios de comunicación empiezan a divulgar la información, sin tener en cuenta algunos principios éticos sobre el lenguaje de denuncia que debería darse ante estos hechos. En cambio lo que logran es volverlos un espectáculo detallado, donde al final la muerte de una mujer resulta un show mediático del que muchos agresores quisieran ser protagonistas.

Al analizar diferentes medios de comunicación, me encontré con que el manejo del discurso para cubrir casos de feminicidio revictimiza a las mujeres. Es decir: primero las hace responsables de su propia muerte. Segundo, tratan la información de forma explícita, lo que genera un panorama humillante que destruye la intimidad de la víctima y de sus familiares. Y tercero, romantiza los hechos al categorizarlos como “crímenes pasionales”. El cubrimiento que hacen algunos medios de comunicación a los casos de feminicidio es peligroso, pues legitima el accionar de los asesinos en ese show mediático del que hablé antes, y que adicionalmente sirve para encubrir al criminal.

Los medios deben tratar este tema de forma sensata, pues los casos de feminicidio son reflejo de una sociedad violenta a la que no se le puede avivar esa llama. Por eso es importante que los medios tengan claro que los feminicidios no se generan de la nada, y tampoco son un invento de feministas para molestar a los hombres. Los feminicidios surgen como resultado de sociedades que ejercen prácticas violentas de forma cotidiana sobre los cuerpos femeninos; y estas prácticas, al ser cotidianas, se normalizan.

Con esta reflexión sobre la influencia de los medios de comunicación y el uso del lenguaje en los casos de feminicidio, no quiero decir que los medios no deberían hacer estos cubrimientos. Lo que quiero decir es que deberían ejercer la labor periodística de estos crímenes usando un lenguaje preciso en el que llamen al crimen por su nombre: feminicidio, pues este es un concepto que fue definido desde 1992 como un hecho que se genera en un contexto de odio y discriminación en el que un criminal misógino asesina a una mujer por el hecho de ser mujer. Los medios deberían ser analíticos ante estos hechos para no encubrir, legitimar, ni justificar la violencia contra las mujeres.

Combatir este tipo de aberraciones nos compete tanto a medios como a la sociedad en general, la cual debe reunirse en torno a este tema abriendo espacios, y adhiriéndose a los ya construidos, para exigirle al gobierno la necesidad de una acción inmediata frente a esta emergencia nacional por feminicidios; emergencia dada también como consecuencia del abandono institucional que existe hacia las mujeres. Este abandono está reflejado en los deficientes protocolos de seguimiento y protección de denuncias: el año pasado un 35.4% de las mujeres víctimas de feminicidio ya habían denunciado violencia doméstica, sin embargo las instituciones responsables de su cuidado no hicieron nada por mantenerlas con vida, y hoy ellas son una estadística más para el Estado. Pero nosotras no las olvidamos. NI UNA MENOS.

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