»Quédate en casa» es el lema que se implementó de forma global como medida para evitar el contagio y propagación del Covid-19. Una medida de rápido y práctico funcionamiento que puso a cada persona en su casa (los que tienen) de forma inmediata, y que hasta el momento su mayor logro ha sido controlar la cantidad de infectados con respecto a la capacidad de atención de los hospitales.

El literal «quédate en casa», en su inicio, fue una medida que se acogió a nivel internacional de forma transitoria, mientras que cada uno de los países evaluaba nuevos planes para enfrentar la pandemia. Desde muy temprano supimos que conviviríamos con ella, con cuarentenas intermitentes, en un escenario que ya bautizaron en Europa como la “nueva normalidad”.

Colombia no se quedó atrás, y adoptó e implementó el distanciamiento social como medida de protección a la ciudadanía, que esperaba confiada en casa las instrucciones de contención que el Gobierno emitiría ante la propagación, y las medidas de acción ante un inminente contagio. Esto mientras los días, las semanas y los meses pasaban y los colombianos éramos testigos de cómo se reducía el mercado, los ahorros, y las deudas se incrementaban. Ante esto, el presidente ágilmente y a diario rezaba a la Virgen de Chiquinquirá para que con su manto nos protegiera. Le pedía que intercediera por el pueblo colombiano para que el virus se fuera. En fin, el presidente hace lo que puede.

A pesar de la voluntad de los ciudadanos, antes y durante la implementación de la estrategia «quédate en casa» no se tomaron consideraciones para apoyar a la población económicamente vulnerable o en situación de riesgo por varios tipos de violencias. Es entendible que fue muy rápida la migración y distribución del virus por el país, pero nada justifica que en Colombia no existan planes que mitiguen las vulnerabilidades mencionadas con anterioridad, que históricamente afectan a grupos específicos de la población. Es increíble que en el Gobierno actual no existan planes sociales liderados por sociólogas y psicólogas, cuando estas profesionales “abundan” en este país.

Sin duda alguna, desde que la pandemia llegó a nuestro país, hemos estado condicionados al lema “sálvese quien pueda”, más que al popular «quédate en casa»; pues así como nos lo hizo saber por medio de un regaño la vice, no podemos estar —atenidos a ver qué hace el Gobierno por cada uno de nosotros—, acá lo que tenemos que hacer es tomar conciencia. Le faltó rematar con el famoso: “trabajen vagos” que la Mafe le lanzó a las víctimas.

Hoy los colombianos estamos sumergidos en un universo de contradicciones e incertidumbres que debemos enfrentar solos, cada uno desde su individualidad y echando mano de lo que sabe hacer. Estamos en un momento en el que ponemos en la balanza, de un lado la capacidad insuficiente del sistema de salud, la vida de los adultos mayores y población de alto riesgo; y del otro lado, la economía y el bienestar familiar.

Con la pandemia se recrudece la situación de las economías informales. Según el DANE, el 47.9% de los colombianos son población ocupada de manera informal, y hay regiones como Cúcuta en donde las cifras alcanzan el 71.4% de personas que trabajan en la informalidad. Cuestión que es preocupante, pues para que esta población acceda a un subsidio en esta época de pandemia, deben tener registrada su actividad económica ante Cámara de Comercio. Trámite que vale veinticinco mil pesos; pero si llevan meses encerrados y no han podido salir a trabajar: ¿De dónde van a conseguir el dinero para formalizar su actividad económica? ¿En una situación de pobreza priorizarían estos recursos en los gastos de su hogar, o ante Cámara de Comercio? ¿Qué haría una persona que mantiene una familia con la venta de cigarrillos y dulces en la calle? ¿Será que está atenida a que el Gobierno haga su trabajo? ¿Cómo nos vamos a seguir quedando en casa cuando ese mismo Gobierno nos ha dado la espalda y no ha cumplido su labor?

Si bien es cierto que el Gobierno creó jornadas de días sin IVA con el fin de apoyar la economía, también es cierto que los beneficiados solo fueron quienes declaran IVA. Esta medida no mejoró la situación económica de informales. Tiendas de barrio, mecánicos, vendedores ambulantes y demás personas están siendo perjudicadas. Esto sin hablar del sector cultural que cada día se ve más amenazado en tener que dejar morir teatros, casas culturales y espacios de entretenimiento, los cuales se suponía serían fortalecidos con la economía naranja.

Hay una propuesta que apoyan más de cincuenta senadores y parece ser la opción más viable para mitigar los riesgos sociales y económicos que trae la crisis por Covid-19. Esta propuesta se basa en la implementación de forma inmediata de una renta básica, la cual cobijaría a 3.5 millones de trabajadores formales e independientes que estén en riesgo de vulnerabilidad. La CEPAL recomendó que esta opción sea implementada de forma inmediata en toda Latinoamérica y el Caribe como medida de contención económica. Asimismo, esta renta básica a largo plazo se convertiría en un ingreso básico universal que amortiguaría las condiciones socioeconómicas mundiales que, en Colombia, amenazan directamente a la población informal y desempleada que hoy tiene una tasa del 21.4%.

En la actualidad, como medida de subsidio, el Gobierno generó un ingreso solidario que busca apoyar a las personas en condición de vulnerabilidad económica, entre ellos independientes que no han podido salir a trabajar. Sin embargo, no es lo mismo el ingreso que solidariamente le “regala” el Gobierno a los más desfavorecidos, que la renta básica. La renta básica apela al bienestar y la dignidad de los seres humanos. No tiene la misma calidad de nutrición, educación y recreación una persona que trabaja en la informalidad y que recibe “solidariamente” 160.000 pesos mensuales, a una que recibe 877.000 pesos mensuales, cifra que proponen como renta básica en el Senado.

Mientras hacemos veeduría para llegar a un acuerdo que permita sobrevivir al sector informal de forma digna en la pandemia, rehusémonos a reinventarnos y apoyemos la economía independiente que ya está inventada y ofrece productos de excelente calidad. Comprémosle a amigos, familiares y proyectos productivos locales. Apoyemos lo nuestro.

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