Descorazonados, aturdidos quedamos todos y todas los que vimos los acontecimientos de la última semana, jóvenes asesinados por disparos de la fuerza pública, sin lugar a dudas una situación que no vivíamos en Colombia desde hacia décadas. Pero ¿qué se revela de lo profundo de está crisis humanitaria, crisis política y crisis moral?

En otras columnas he señalado como la Pandemia nos iba a mostrar el lado más oscuro de la desigualdad, el lado más siniestro de un sistema y un gobierno que no ofrece a sus nuevas generaciones esperanzas, caminos posibles de cambio.

El gobierno de Iván Duque solo ha hecho una cosa bien; hacerle la guerra a la paz (y no a la paz Santista) a la PAZ en mayúsculas, a la PAZ que venimos buscando hace 200 años, hacerles la guerra a los rumbos de la modernidad, a esa modernidad democrática donde el Estado de Derecho, las garantías democráticas, la seguridad política y el respeto a la vida y a la propiedad fueran la base de esa sociedad.

Las imágenes que vimos parecen sacadas del Chile de Pinochet, de la Argentina de la Dictadura. Hoy Colombia se pregunta con ansías quien será el próximo presidente o presidenta, porque estamos viviendo una patria boba, sin rumbo, sin sentido. Una patria boba o una patria gobernada por un ingenuo y manipulable bobo.

Gastarse el dinero de nuestros impuestos en publicidad personal, irrespetar la independencia de poderes, buscar apariciones oportunistas, otorgarse obras como el túnel de “La Línea” todo esto configura un personaje teatral, un hombre que llega al teatro político con una perversa ingenuidad.

El ejército y la policía se han prestado numerosas veces a los designios más oscuros de la política, es así como casi siempre con el pie de fuerza se lavan las manos los políticos y son los policías (los de menor rango) los que tienen que responder por desmanes políticos. Dos días después del asesinato cometido por la policía contra Javier Ordoñez, presencié la construcción de una Biblioteca Popular sobre las cenizas de un Cai, y el gesto que también es tierno y performativo encierra un dardo al totalitarismo y a la barbarie.

Nuestra generación dice NO, NO a la GUERRA, NO a ser reclutados para las guerras de los mismos, NO ha ser manoseados por las castas de siempre, NO ha ser usados para asesinar a nuestros hermanos y hermanas. En ese gesto de levantar una biblioteca sobre Cais saqueados se resume lo que debemos hacer con un país que nos quieren entregar en llamas.

Decir que todos los policías son asesinos, o que todos los manifestantes eran vándalos, es caer en el juego del poder. Reflexionar una reforma profunda en la policía, en el ejército, en la política, en la vida, una reforma profunda de las instituciones es el camino, pero antes que eso, debemos buscar una reforma de quienes somos como humanos y de cuál ha sido el legado violento de las generaciones anteriores, porque si hay algo que todos tenemos que reconocer es que para cambiarlo todo, primero, tenemos que cambiarnos a nosotros mismos.

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