El país se sacudió hace un par de semanas con la noticia de la violación a una niña indigena Embera por parte de 7 soldados del batallón San Mateo en Pereira. La niña fue secuestrada y sometida a cruel tortura por dos días, la sevicia y crueldad de los soldados sin embargo no sorprendió del todo al país, el Ejercito es una institución que tiene un pasado muy oscuro en violaciones de derechos humanos y respeto a la dignidad humana. Y esta sistematicidad; 5000 casos de falsos positivos, 118 investigaciones sobre abuso sexual, interceptaciones recurrentes a periodistas y líderes de opinión es algo que no hemos podido parar, pero que creo que para pararla tenemos que entenderla en profundidad.

El Ejercito Nacional es una fuerza con 330 mil efectivos y 500 mil reservistas. Es una fuerza que ha sido historicamente politizada hacia sectores de derecha y conservadores y que no ha cumplido el carácter esencial de defensa de los ciudadanos común y corrientes. Está claro que hay una tendencia ideologizada, conservadora y de derecha en las fuerzas armadas. Las derechas estrategicamente han intentado ideologizar y convertir al ejercito en un símbolo de su política, solo es recordar la manera directa y eficaz en que Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos manejaron y líderaron con la imagen y apoyandose en el ejercito, un discurso sobre la seguridad que ponía en el centro de la discusión a la defensa, como elemento constitutivo de una nueva política, el país fracasó en esa utopia policial y hoy vivimos una devastadora crisis social y política, hija de esos dos gobiernos.

El ejercito no ha encontrado un lugar respetable, neutral, humanizado y crítico tras la constitución del 91, que fue la constitución que permitió su existencia. Sin lugar a dudas los actos terribles que se vienen dando desde los Falsos Positivos hasta las recientes violaciones a menores de edad nos demuestran que el ejercito de Colombia es una institución fallida y es una institución que necesita con urgencia una reforma profunda de sus valores, de sus prácticas, de sus entrenamientos y adoctrinamientos.

Es la instauración de una lógica de la violencia, lo que más debemos rechazar, el éjercito es una institución que perdió total credibilidad frente a su país, es complejo y preocupante lo que está sucediendo, y debemos estar listos a nuevos acontecimientos de terror que vengan de la mano y a través del Ejercito de Colombia. Lo que viene puede ser aún peor, y las preguntas que vienen deben ser no solo sobre la indignación que nos debe provocar, sino sobre cómo tejer un sistema social complejo que reaccione y tenga en cuenta a las víctimas de una manera acertiva. Es irónico y triste que como ciudadanos y ciudadanas debamos tejer redes para defendernos, en un país de guerras, también del ejercito.

Si eran 7 soldados los violadores de una niña de la comunidad indigena Embera Chami en Risaralda, pero tenemos que ir un poco más allá, pensar con profundidad que es toda una organización que entrena a personas jóvenes de 18 años, las adoctrina y las estructura para legitimar comportamientos temibles y peligrosos para la sociedad civil, que es lo que ocurrió, no solo el caso concreto de la niña. No es justo que todo un sistema pretenda lavarse las manos con 7 soldados que también (y digo esto sin quitarles un solo punto de culpa) son las víctimas de un Estado desigual.

Este año Medicina Legal (entre enero y mayo) tiene 6.749 menores en proceso por abuso sexual. La infamia de esta cifra revela que tenemos una deuda permanente y creciente con la infancia del país. El general Zapateiro nos debe contar las razones que llevaron a la destitución del comandante del Batallón San Mateo en Pereira, pues hay muchas preguntas que aún el ejercito no ha respondido en el caso de esta violación.

En su libro Los Divinos la escritora Laura Restrepo retrató con audacia, rigor y crudeza la misoginia de la clase alta Bogotana, un libro que se basó en el caso de Yuliana Samboní, niña de la etnia Yanacuna, asesinada y abusada en Bogotá. Creo que sus argumentos los debemos extender al país entero. Hemos convertido a Colombia en un Estado misogino y violador.

Necesitamos reformas serias a las instituciones, que vayan más allá del populismo punitivo, de cadenas perpetuas inoperantes, que pongan en el centro los derechos de las y los ciudadanos y en especial de la infancia. Las instituciones deben cambiar y ser transformadas y sin lugar a dudas debemos empezar con el ejercito, que es tristemente la institución más oscura del Estado Colombiano.

PS: El pueblo Embera Chami es una de las familias indigenas más antiguas de Colombia, han sido desplazados sitematicamente en casi todas sus poblaciones, despojados y maltratados están regados en el país sin poder volver a sus territorios. «Chamí o Emberá-Chamí es un grupo étnico que habla un dialecto de la lengua Emberá: Chamí quiere decir «cordillera» y embera significa «gente»; los Chamí son, entonces, la Gente de la Cordillera, por oposición a los Emberá propiamente dichos, que viven en las selvas de las llanuras de la región del Pacífico, y a los Embera-Katío, que habitan las cuencas del río Atrato y del alto río Sinú.»

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