En medio de la pandemia a los jóvenes colombianos nos tocó salir a las calles. Estamos cansados de tanta guerra, del empobrecimiento intelectual, cultural y económico que el régimen uribista impuso desde hace veinte años. Hoy somos nosotros los protagonistas de este momento histórico en el que prestamos nuestras voces y exponemos nuestras vidas para manifestar las inconformidades colectivas, que por décadas han estado bajo la sombra del miedo.

Con la alegría y la esperanza que identifica nuestra juventud latinoamericana, el arma de protesta que expresa nuestro sentir y resistencia es el arte: coreografías, disfraces consignas y arengas, son formas de resistencia que hinchan nuestros corazones y nos llena de fuerza para seguir, pues sabemos que el monstruo neoliberal que nos gobierna es poderoso, y manipula todos los órganos constitucionales diseñados para nuestra protección.

En estos ocho días de protesta, hecha en todas las ciudades y rincones de nuestro país, las juventudes se han expresado pacíficamente. Sin embargo, el ejercicio de la protesta ha sido estigmatizado por sectores indolentes de la población que, por ignorancia o por conveniencia, han justificado la brutalidad policial que saca ojos, viola niñas y usa de forma indiscriminada sus armas de fuego para asesinar los cuerpos y matar el optimismo de los jóvenes que buscamos tomar las riendas de nuestro futuro.

En Cali ya son docenas de jóvenes muertos por las balas del Estado. Hay barrios enteros incomunicados y no pueden reportar lo que está sucediendo en las plataformas como redes sociales que han llegado a censurarlos. En Pereira se presentó una acción paramilitar en la que abalearon a tres jóvenes que hacían presencia en un plantón pacífico. En Bogotá hay cientos de casos de jóvenes brutalmente golpeados y retenidos por sospecha de “vandalismo”.

Lo que hoy estamos viviendo es una tragedia que parece no tener salida, pues el que dice ser el presidente, no quiere llegar a ningún acuerdo y trata de apagar el fuego con gasolina al aplaudir la forma como ha actuado la fuerza pública. 

De todo lo terrible que ha sucedido hemos aprendido que hoy con el dolor a cuestas debemos actuar con más fuerza y reclamar las calles como nuestras. El imperio del miedo con sus armas ya no nos asusta, nos da más miedo morir de hambre por sus políticas corruptas, o de tristeza por la ausencia de un futuro que, en el mejor de los casos, limitaría a una pequeña parte de la población a ser esclava de un trabajo vacío de creatividad y de esperanza. 

Estamos en un momento de la historia en el que ya no queremos seguir siendo el mismo país sometido por el uribismo. Los jóvenes queremos estudiar con tranquilidad y no pagarle al ICETEX dos o tres veces una carrera universitaria. Queremos trabajar con dignidad y desempeñar lo que nos hace felices, ejercer nuestras carreras; queremos salir a la calle tranquilos en nuestro legítimo derecho a la protesta y no ser asesinados, desaparecidos, ni violadas por la fuerza pública.

Por eso hoy me atrevo a publicar este clamor, en el que pido a la comunidad internacional que pongan sus miradas en Colombia. Ya no queremos seguir viviendo bajo un régimen dictatorial fascista y violador de derechos humanos que hoy tiene la cara de Iván Duque. Los colombianos nos negamos a tolerar el uso desmedido de la fuerza y la instrumentalización de las fuerzas armadas para cubrir intereses personales de los más ricos del país. 

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