Transcripción: Carolina Valencia

Primero que nada cuando uno habla con una figura como Pepe Mujica entiende que está hablando con una figura histórica, una figura que cambió y que es un símbolo para muchos jóvenes en toda América Latina y hoy en Colombia es también un símbolo de resistencia, un símbolo de paz, un símbolo de diálogo. 

D.A.: Estamos viviendo, tiempos muy difíciles en Colombia y le agradezco mucho por este tiempo.

P.M. Bien, bien, me hago cargo, sé que es una situación dificilísima.

D.A. Qué mensaje les envía usted a todos los jóvenes y mujeres y hombres que están hoy en las calles en Colombia pidiendo un cambio, cuál es el mensaje de Pepe Mujica-

P.M.: Me hago cargo de la situación a la distancia. Colombia tiene una historia muy dura, trágica, que está seguramente metida en la cultura somática de una sociedad, a la cual se suman los problemas contemporáneos duros de nuestra América Latina: desigualdad creciente, pero en un mundo cada vez más rico, aparece la riqueza más concentrada y genera como una llama, como una explosión. No la lacerante desigualdad, sino la creciente conciencia en las nuevas generaciones de la dolorosa desigualdad.

¿Por qué? Porque las sociedades contemporáneas pierden la resignación, pierden aquel tranco cansino, casi medieval, de la gente que soportaba, soportaba y soportaba.

Porque, por otro lado, las mieles de la modernidad, el desarrollo tecnológico, desparraman una serie de apetencias que están metidas en la sociedad de mercado que están bombardeando permanentemente, y entonces la desigualdad se trasforma en una sensación insoportable, particularmente para la gente joven y mucho más para la gente joven con cierto grado de cultura, estudiantes universitarios, gente de la secundaria.

Esos son cambios que están llevando muestra época que nos comprometen. Y después está la historia de Colombia, que, por supuesto, ha vivido de todo, desde aquella muerte de Gaitán para adelante, que ha dejado su rastro hasta hoy.

Me doy cuenta de las dificultades que ha tenido un proceso de paz, habla a las claras de que hay una fuerte resistencia, a veces cultural pero en otros caso de intereses que no comulgan mucho con la paz, o que se han acostumbrado a vivir en semiguerra y en las tensiones de la sociedad.

En ese panorama se da esta cuestión que expresa también la desigualdad, pero al estilo colombiano, porque ha vivido su drama histórico y encuentro que es difícil, porque las respuestas del cambio necesitan vertebrarse en colectivos. Al final, la respuesta siempre es política, de alta política, de política que cambie algunos horizontes, y eso significa la construcción de fuerzas colectivas, que les sirvan de herramienta para que la sociedad pueda hacer frente a un tiempo de cambios, que están cantados, que está pidiendo la gente, que necesita mayor construcción de bienes públicos… repartir un poco mejor la torta… 

Pero claro no tienen por qué los jóvenes entender con claridad estas cosas, de antemano están haciendo su propia experiencia y la paciencia de construir de colectivos, partidos, movimientos, o llámese como quiera, pero herramientas que les permitan luchar por cambios en las relaciones de poder es difícil, no es mágica, no se logra de un día para otro y naturalmente la gente pierde la paciencia y sale a las calles y por eso la desgracia que se está produciendo.

Para colmo, daría la impresión de que el gobierno ha errado, esto no se arregla con propuestas represivas, en todo caso, por poner el drama, no se resuelve aplastando, se resuelve entendiendo que hay reclamos a los que hay que abrirles puertas de esperanza. Sé que ningún gobierno hace magia ni tiene todas las soluciones en la mano, pero una cosa es abrirle puerta a la esperanza y otra cosa es la respuesta meramente represiva. Desde el punto de vista de las manifestaciones, necesariamente hay siempre hay un grupo de gente que se pasa de la raya, que comete el error de caer en la violencia, crea condiciones para que “justifiquen” la respuesta dura, y entonces estamos en una lógica infernal.

Vuelvo a decir, a la larga, esto necesita respuestas de carácter político. No parece que el gobierno abra una puerta para empezar a negociar alguna de esas transformaciones. Quizá los cambios necesitan más tiempo y una fuerza política meramente organizada, que va más allá de manifestaciones en la calle, sino que les pueda dar una alternativa, una esperanza, a las grandes mayorías del pueblo colombiano. Daría la impresión. Visto de lejos, y cometo el error de poderme equivocar a la distancia…

Por eso, la cosa es una larga lucha. No quiero mentirle a la gente. No hay una solución a la vuelta de la esquina, pero hay esperanza, hay esperanza por qué, porque me van a decir entonces insoportables: no, no, si hemos estado tapados de dictadura, sin poder abrir la boca, hemos tenido en esta América Latina esclavos perseguidos por ejércitos de esclavos, a los tropezones, con caídas, pero se va avanzando en la medida de que hay gente que dedica su vida a construir fuerzas colectivas que pueden abrir un camino de esperanza al pueblo. 

Pero eso significa que hay que cultivar también mucho el sentido de la unidad, y no creer que uno tiene la verdad absoluta. Hay que tratar de juntar a la mayor cantidad de gente posible en esta lucha. No es sencillo, porque hay muchos obstáculos y algunos de los obstáculos son los medios contemporáneos que operan en la conciencia subliminal de la gente.

D.A.: Pepe, muchos jóvenes están viendo más de 30 asesinatos de sus compañeros en Colombia, 300 desaparecidos, estamos hablando de violaciones sexuales, de abusos, de violencia policial y el ánimo del diálogo, que es un ánimo mío, de mi trabajo acá en Colombia, me lleva a preguntarle, ¿cuál es el camino, porque si intentan los diálogos, el gobierno quiere escuchar, del otro lado hay violencias y comienza a haber más violencias?

¿Cómo hacer cuando no parece haber otro camino, qué hacer en esa situación?

P.M.: yo creo que hay una resistencia con las manos, es mucho. Hay una resistencia pacífica, que es durísima. Un pueblo que no se deje estropear le crea una crisis a un gobierno que tiene que intentar dar una respuesta positiva. Yo no creo que pueda resistir un mes, dos meses una Colombia bloqueada, con dificultad de abastecimiento, con esto o con lo otro, tiene que haber un desenlace político, por lo menos de abrir un diálogo y un camino de esperanza.

Lo imposible cuesta un poco más, dicen los asiáticos.

D.A.: El socialismo, apreciado Pepe, el socialismo lleva más de 20 años en el poder en Venezuela y también es para nosotros importante, también hago un trabajo serio con la migración venezolana en Colombia, un millón setecientos mil de hermanos venezolanos están en Colombia en este momento…

P.M.: Sí, yo sé yo sé todo eso, y sé que la historia también llevó a que hubiera 4 o 5 millones de colombianos viviendo en Venezuela hace muchos años. Venezuela y Colombia son más que pueblos hermanos, tienen un padecimiento histórico.

D.A.: Y ahí usted pone otra pregunta sobre mi pregunta, que también es valiosa, sobre la unión y el diálogo, de cómo dos países con un estilo tan unido, no han logrado encontrarse. ¿Cuáles son sus reflexiones sobre estos 20 años de Venezuela?

P.M. Yo creo que el diablo metió la cola en Venezuela. Venezuela tiene la desgracia de ser muy rica, con mucho petróleo y no le perdonan ningún gesto de independencia, y creo que hay una diferencia muy grande desde la época de Chávez y lo que vino después, por supuesto. La estatura de visión de Chávez y todo lo demás me parece que resultó irreparable, pero para el mundo exterior tiene mucho que ver con lo que pasó en Venezuela. No la han dejado vivir y la fueron acorralando y cuando más la acorralan peor, más necia se pone la situación por los dos lados, no le perdonan a Venezuela los recursos que tiene y se ha caído en una desgracia colectiva. No merece el pueblo venezolano lo que está sufriendo.

D.A.: En Colombia, el gobierno colombiano fue muy crítico cuando se atropellaban los estudiantes en Venezuela, y ahora…

P.M.: Ahora está siendo peor. Es fácil criticar al de al lado, sí, sí, es así, y además empiezan los fantasmas del terrorismo, esto y lo otro. Yo me doy cuenta, porque fui joven, de que en las manifestaciones populares es muy fácil que haya gente joven que se desacate y tire piedra a una vidriera y haga algún desaguisado. Esas cosas pueden pasar, son inevitables, porque cuando se mueven multitudes no existe la prolijidad, pero cuando se saca el poder policial y militar a la calle, a reprimir a la calle, se prende una mecha incendiaria, que es muy difícil que tenga retorno, creo que la mejor respuesta es no sacar la fuerza la calle, y pedirle a la gente que se controle a sí misma. Creo que las organizaciones populares tienen poder para eso. Pero ahora la cosa está desmadrada, porque hay muertos, hay desaparecidos y esto es una espiral que no sé cómo se puede apagar.

D.A.: Cuando uno ve lo que ha sucedido en Chile, lo que está sucediendo ahora mismo en Colombia, en Cali, en Bogotá, en las calles, en los barrios… es impresionante ver la movilización barrial, pero también piensa en los chalecos amarillos, en la Primavera Árabe, y piensa también, sin lugar de dudas, en la historia, en mayo del 68, en México, recogido en ese libro maravilloso de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, y en los jóvenes, uno se pregunta, las revoluciones son políticas o son de los pueblos, ¿cómo lo ve usted ahora, qué papel juegan los políticos hoy y qué papel juegan los jóvenes hoy en el cambio, en la revolución?

P.M.: Las revoluciones siempre son esfuerzos de los pueblos, pero necesitan expresarse en políticamente. Ahí está el asunto. Es que multitudes que se han movido desesperadamente ha habido muchas en la historia, pero dar los pasos como para construir una nueva realidad necesita una construcción, y ahí es donde está la mayor dificultad, yo creo que sobra fuerza para un estallido, falta la paciencia del trabajo firme en el largo plazo donde… porque uno se puede jugar la vida en un minuto en las calles, pero el real asunto es poner todos los minutos de nuestra vida al servicio de una causa y organizarla con otro. Ahí es donde está la cuestión. No es cuestión de sacarse la rabia en un momento, es cuestión de transformar la rabia en una pasión que termina construyendo un ser colectivo que nos permite cambiar las relaciones de poder. No es sencillo, por supuesto, ni fácil. Yo no estoy reprochando nada, estoy indicando el desafío y la primera lección que tendrían que aprender es saber juntarse y para juntarse hay que tolerarse y tolerarse significa tener una gran apertura.

Uno de los problemas de las fuerzas progresistas es que se hace muchas capillas, demasiados caciques y lo que necesitamos son muchos indios, multiplicar la cantidad de indios organizados. 

Ojalá que Colombia pueda transformar esta realidad en una causa colectiva, importante, que le pueda asegurar en mediano plazo cambios, que es lo que necesitan, porque y lo importante es que se pueda lograr la enseñanza pública para todos, lo importante es que haya servicios de salud, que se encaminen a atender a toda la gente, sin ver cuánto tienes, lo importante es construir políticas de bienes públicos que ayuden a mitigar las grandes diferencias, porque de lo contrario hay un mundo para los poderosos con todo y hay un desafío para los pobres y un eterno vacío entre vacilar entre volver a caer en la pobreza de los sectores medios, que son también víctimas en estas circunstancias, están en un paso más adelante y apunto de volver para atrás, y esas contradicciones son las que mueven en el fondo el compás de la sociedad en el largo plazo. 

Quisiera que, desde luego no voy a convencer a ningún muchacho de los que está caliente en la calle, porque yo fui muchacho y lo viví, pero que esa rabia la transformara en un compromiso. No compromisos para un día o dos o veinte. Compromiso para el resto de la existencia. Sabes por qué hermano, porque vivir con una causa para vivir es darle un contenido a la vida. De lo contrario en nuestra vida nos volvemos pagadores de cuentas, pagadores de crédito, absorbidos por la sociedad consumista… y es hermoso, aunque es duro, tener una causa para vivir y darle un contenido a nuestra existencia, porque vas a envejecer, si te dejan, el problema es que no envejezcas traicionando lo que llevas dentro.

D.A.: Pepe, cuando uno piensa en el impacto que su vida y su trabajo y su voz ha tenido en el mundo y en nuestra región, que lo queremos de verdad, y uno dice, los políticos con el ego, los cargos, los carros, el dinero, el poder, la corrupción… Colombia es uno de los países más corruptos, y uno se pregunta…

Pepe: eso no sirve para nada, si nos comen los gusanos. Somos un puñadito de silencio en la inmensidad del silencio, por favor, la vida se nos va…

DA: ¿Por qué es tan difícil que las políticas y los políticos sigan un camino como el suyo, por qué la sencillez es tan difícil encontrarla, el compromiso ético y profundo con causas profundas, por qué es tan difícil encontrar eso en los políticos?

P.M.: Porque la humanidad humana… ¿sabes una cosa?, creo que los seres humanos amamos mucho la vida, aunque no nos demos cuenta, pero sabemos que la vida se nos va y entonces mucha gente genera las fantasía de que va a alargar la vida porque tiene más dinero o que va a dejar una obra porque tiene más dinero, para que se acuerden cuando se vaya de este mundo y nadie se va acordar… cuando se vaya de este mundo, ni con dinero, ni sin dinero, ni nada por el estilo, porque el universo es gigantesco y nosotros somos menos que una punta de arena, y la vida se nos va, y lo que cuenta es cómo y para qué hemos vivido este milagro. El único milagro que existe es estar vivo.

Piensa que cuando tú naciste había una probabilidad entre 40 millones de que hubieran nacido otros, pero te tocó a ti, eso sí que es un milagro.

Por eso, la vida es el bien más grande que tenemos, pero como es un bien cotidiano no le damos valor y queda la cuestión de para qué la vivimos y en qué la gastamos, sin en joder a los demás, o tratando de intentar que quede un mundo un poquito mejor que aquel en que nos tocó nacer. Esa es una hermosa causa para darle un contenido la vida. Yo sé que hay gente que cree en una fe religiosa, inventan más allá y todo lo demás, y atrás de esa fantasía se han construido monumentos gigantescos, pirámides, atrás de todo eso, pero eso en el juego del universo es menos que polvo, lo que cuenta, hermano, es cómo vivimos y para qué vivimos.

D.A.: Cuándo uno ve que los mensajes que más se comunican en los jóvenes es el futuro y el presente del mundo, es el tema ambiental, el planeta que se nos está jodiendo, hay que decirlo con claridad, porque nos lo están jodiendo, lo estamos jodiendo.

Hace tantos años que usted es activista político, ¿cómo ve esa esperanza, tiene esperanzas de que lo estamos haciendo?

P.M.: Tengo mi angustia, tengo miedo de que el sapien, como género, no tenga tiempo para enmendar los desastres que ha generado. Tengo una verdadera angustia existencial, porque el problema ecológico es un problema de categoría mayor, pero, parecido a esto que estamos viviendo en la pandemia, se necesitan medidas universales, se necesitan medidas que vayan mucho más allá de la soberanía que puede tener cualquier nación, porque eso no lo arregla ningún país, y la causa central de este desaguisado es el éxito de nuestra civilización, hemos generado una civilización consumista, que confunde ser con tener y, entonces, hay una vorágine que es favorable a la acumulación, que hay que vivir comprando y renovando cosas, y tirando y aumentando la cantidad de basura y eso, y cómo nos vamos a poder ir del mundo si despilfarramos inútilmente una cantidad de energía que termina agotando y agrediendo al medio ambiente… se puede vivir con mucho menos, con más sobriedad, no se necesita todo el despilfarro que estamos haciendo. Pero hay hombres que necesitan un Ferrari o dos, o tres, o veinte, o un Lamborghini y el otro que necesita la playa de Miami y bla, bla, bla, bla todo eso y naturalmente como no vamos a detruir el medio ambiente con ese despilfarro; sobran medios para vivir con sobriedad para todo y atender las cosas fundamentales, gastar los recursos en lo que hay que gastarlos, pero nuestra civilización se basó en capturar la importancia de la ciencia para crear tecnología y multiplicar la productividad y ha creado cosas fantásticas, algunas muy nobles, hoy vivimos más de 40 años más de promedio que hace un siglo, es fantástico, pero también ha creado esta contradicción. 

¿Sabes a lo que nos parecemos?, a aquella fábula de un mago que había encontrado una fórmula de pala que daba la vuelta a la tierra sola y la pala daba vuelta la tierra, pero no tenía la fórmula para pararla. Esta civilización, como la enderezamos para vivir, para frenar fuera del despilfarro y atender cosas que son posibles, porque sabemos perfectamente lo que hay que hacer. Hace 30 años los hombres de ciencia en Kioto nos dijeron que había que hacer y lo que iba a pasar, y se está cumpliendo deliciosamente, y no le dimos pelota, por qué, porque necesitamos decisiones mundiales, y eso significa que hay que ajustar un montón de parámetros industriales y decisiones, y no lo hacemos, manejamos la industria con el criterio de la obsolescencia programada, y entonces una máquina que debía durar veinte años dura tres o cuatro, para que la tiremos y compremos otra y el que cambia el teléfono cada dos meses y dale que es tarde y dale que es tarde y bueno y después, claro, cómo no vamos a agredir el medio ambiente en nuestra forma de vida, una forma civilizatoria creada por la necesidad de acumular riqueza y tenemos que trabajar el doble, porque despilfarramos tanto, en lugar de dejarnos tiempo libre para vivir.

Esas son las contradicciones de nuestra civilización, por un lado es portentosa, por otro lado habría está mueca del tema del holocausto ecológico, es decir, una suma de medidas de la temperatura media que cambie toda las relaciones de clima en forma progresiva e indefendible, no sé si la humanidad responderá a tiempo, o el mundo vivirá un cataclismo.

D.A.: Pepe, después de tantos años, tantas cosas, si pudiera, y esta pregunta puede ser inocente, pero a mí me gustan también estas preguntas, si pudiera volver a sus 20, ¿qué consejos se daría?

Pepe: Mira, en el hombre hay una partida de caballeros con la muerte jugando un partido de ajedrez, si me tocará una imagen de ese tipo le diría: Señora, sirva por favor otra vuelta, es decir, con todos sus avatares, sus caídas, sus trompezones, con mi esqueleto viejo y mi fractura, la vida es hermosa cuando se vive con una causa, quisiera poderla vivir de vuelta. A los 20 años haría lo que tiene que hacer la gente de 20 años, enamorarme hasta las manijas y después soñar.

D.A.: Nos conmueven sus palabras y, una pregunta sobre el futuro de los líderes. Pasado el siglo XX y las primeras dos décadas del siglo XXI y los grandes líderes de los jóvenes hoy en la Universidad Nacional de Colombia, uno va y ahí está pintado el Che Guevara lo han intentado pintar de blanco y borrarlo, y los jóvenes lo vuelven a pintar, una y otra vez, y es un héroe. Pepe Mujica también es un héroe. ¿Qué consejo les daría usted a los líderes que están hoy naciendo, que quizás hoy tienen 8 años, que quizás hoy tienen 15 y están escuchando esta entrevista qué consejo les daría?

P.M.: Que la vida es hermosa y vale la pena vivirla, pero vivirla, y vivirla no es para pagar cuentas nada más. En una gran avenida de Bogotá donde pasan muchos autos tú no puedes evitar que pasen los autos, pero tienes que aprender a cruzar la calle, sin que los autos te pisen. Esa es la imagen de la vida. Tú no puedes cambiar el mundo, pero puedes manejar tu conciencia y puedes lograr que el mundo no te arrastre, que no te arrastre con una campaña de marketing, como quien lleva un bagre agarrado con un anzuelo. No, es posible aprender a vivir con sobriedad y lo necesario, y garantizarte tiempo para vivir. ¿Y qué es vivir?, vivir es gastarte parte de ese tiempo en aquellas cosas que te gratifican, sin joder a otro. Toda persona tiene una inclinación, gastar tiempo para eso que puede ser de lo más diverso, eso se llama libertad. La libertad no se ejerce cuando voy a cumplir una obligación, la libertad se ejerce cuando gasto tiempo de mi vida, que no puedo reponer, en algo que me gusta, sin ofender a nadie.

Lo que más nos gusta a los seres humanos es cultivar los afectos con otros con otros seres vivos. A veces, puede ser otro ser humano, si sos joven, hay que darle tiempo al amor, pero hasta acariciar una mascota es una satisfacción afectiva. por qué?, porque los afectos no los dan solo las cosas vivas, las cosas inertes cuando te sugieren afecto no son por sí mismas, son un rebote de tu propio afecto, como yo, que guardé un martillo que era de mi padre, el martillo es insensible, pero soy yo quien le transfiero esa sensibilidad. Por eso vuelvo a lo que te dije de vivir con causa, elegí un rumbo que puede ser el de la investigación científica, puede ser el deporte, puede ser lo que fuere, pero elegí un rumbo. En el caso de los luchadores sociales, algunos creen que somos gente sacrificada, sacrificados son los que viven para pagar cuentas, los que gastan su vida pagando créditos… porque no puedes ir a un supermercado y comprar años de vida, la vida se te va y en realidad tú no compras con plata, compras con el tiempo de tu vida que gastaste para tener esa plata… si te vuelves muy gastador y no sabes vivir con sobriedad vas a tener que enajenar mucho tiempo de tu vida por esa plata y no te va a quedar tiempo para cultivar los afectos para tu cariño, para tus hijos, para tus amigos y puedes caer en esa cosa… yo no quiero que a mi hijo le falte nada, puede que no, pero le terminas faltando tú, porque nunca tienes tiempo para andar por un sendero de la mano con tu hijo.

Estos son los desafíos que tenemos por delante, porque el sistema necesita que todos seamos compradores compulsivos y trabajemos y trabajemos para pagar las cuentas y vivamos a crédito y que confundamos, que felicidad es eso: tener más. 

No te olvides que estás hablando con un viejo estoico.

D.A.: Claro que no me olvido. Pepe, cuando uno piensa, sería muy chévere ser amigo de Pepe Mujica debe ser una alegría muy grande tener un amigo así. Hablemos de sus amigos, ¿a quiénes considera usted amigos? Y bueno, un hombre de su edad ha tenido que ver partir a varios amigos seguramente. 

Quisiera preguntarle sobre la amistad, sobre sus amigos, sobre sus amigas, ¿cómo fueron las amistades para usted y cómo son?

P.M.: Uhh, tengo tantos que ni los puedo nombrar, ni los puedo conocer todos. Me llenan de afecto y de cariño, y seguramente muchos me odian del otro lado, pero no importa. Son muchísimos.

Hay muchísimos niños que me saludan, muchísimos… todos son mis amigos.

Y cuando me vaya de este mundo va a quedar un puñado de gente luchando por las mismas cosas que yo luchaba. Y esos son mis amigos, los que mejor van a cultivar el recuerdo, aunque ni se acuerden de mi nombre, los que comprometan su vida en la lucha por mejorar la sociedad en la que vivimos.

Bueno, por eso estoy conforme, y tengo que decirle gracias a la vida.

D.A.: Pepe, muchísimas gracias. Quiero finalizar con un par de mensajes. Uno para el presidente, para los políticos en Colombia, sería muy valioso escuchar un mensaje suyo, pero no solo al presidente, también a la oposición, a todas las personas que pueden liderar voces y pueden de alguna manera impactar en la población, un mensaje para ellos también.

P.M.: Lo único que les puedo pedir es que se quieran un poco más, que respeten al hombre, que respeten a las mujeres, que se respeten a sí mismos.

Esto no se arregla a palos, no se arregla. Esto necesita construir salidas políticas; la esperanza es un edificio complicado, pero hay que construirlo con esfuerzo humano y quienes tienen la responsabilidad sería bueno que la asumieran.

D.A.: Voy a cerrar esta entrevista pidiéndole una recomendación, dos recomendaciones muy sencillas; un libro y una canción.

P.M.: El libro, El Quijote, El discurso de los cabreros.

La canción: 

“De todas partes vienen los orientales, creo que de todas partes vienen los latinoamericanos con dolor, son mis hermanos, son mis compatriotas.

Canto, quiero cantar por la Patria que no hemos logrado, que está en deuda.

El sueño de una América Latina que nos de presencia en el mundo juntos. 

No para que el colombiano deje de ser colombiano, o el chileno, chileno, sino para tener un alero que nos proteja.

Porque el mundo que viene no tendrá piedad con los débiles y los débiles para ser fuertes deben de juntarse.

Pero este es el papel de las nuevas generaciones.

Hasta siempre, querido compañero.

D.A.: Nos quedamos sin palabras. Muchísimas gracias, Pepe Mujica. Un abrazo grande de muchos hermanos y hermanas en Colombia.

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