El 2019 fue un año prometedor para América Latina. Movimientos sociales y grupos ciudadanos hicieron retumbar sus voces en todo el continente. En Brasil, Bolivia, Chile, Venezuela, Ecuador y Colombia, sonaron las cacerolas de la inconformidad ante gobiernos mediocres y corruptos. Se sentía que los ciudadanos lograríamos un cambio ejerciendo nuestro derecho democrático a la protesta. Fue el sueño de una primavera Latinoamericana.

A pesar de la esperanza que se respiraba, la llegada del covid-19 pausó la movilización social. La unión de una sociedad diversa que dialogaba en torno a la construcción del futuro soñado ya no podría planearse en el espacio físico. Evitar la propagación del covid solo es efectivo con un triste y aburrido distanciamiento, que llegó en el momento justo para los gobiernos de la región.

El distanciamiento físico logró desarticular la participación ciudadana. En cuarentena la unión de esa enorme masa que recorría las calles a finales del 2019 se segmentó. Los grupos y organizaciones se redujeron y los diálogos volvieron a estar centralizados en pequeños nichos; cuestión que está bien, pero es importante pensar en una estrategia para que las diversas perspectivas políticas se articulen alrededor de diálogos ciudadanos más amplios.

Es necesario ser creativos y rescatar todas las formas de activismos alternativos a las reuniones físicas. No podemos permitir que el trabajo en torno al paro nacional se desplome, cuando habíamos aprendido a hacer reuniones en el ámbito público, en las que se hablaba y debatía sobre política, sociedad, economía y, sobre todo, Paz.

El mundo virtual podría ser esa alternativa, pues es una herramienta que nos permite estar conectados desde cualquier lugar del mundo. Sin embargo en nuestro país la comunicación, especialmente virtual, es un privilegio del que no goza el cien por ciento de la movilización.

Por esta razón el activismo cibernético podría servir para impulsar acciones pacíficas y concretas de las que podamos participar todos, como por ejemplo las campañas anti-consumo. Podríamos empezar evitando el consumo mediático de programas como el Show de Duque, el noticiero Caracol o RCN, la columna y el programa de Vicky y algunos productos de uso diario que son fabricados o importados por empresas de políticos.

Debemos evaluar todas las posibilidades que tenemos para volver a unirnos en torno a la vida. No podemos permitir que situaciones como masacres y asesinatos sean las que enmarquen “La nueva normalidad”. No podemos seguir expectantes ante la barbaridad que se está llevando la vida de los jóvenes colombianos. Jóvenes informados, educados y luchadores que, así como lo dijo Jaime Garzón, quieren asumir la dirección de su propio país porque saben que nadie va a venir a salvarlos.

Con las históricas luchas sociales y lo sucedido en el 2019, el continente latinoamericano reafirmó la idea que solo los ciudadanos organizados podemos frenar las injusticias, los asesinatos y el hambre. Solo encontrándonos, dialogando y ejerciendo acciones pacíficas y creativas podremos seguir en la lucha, preparándonos para el día en que podamos volver a tomarnos nuestras calles.

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