El cambio climático y la pérdida de la biodiversidad son dos caras de la misma moneda.

Hemos alterado el ciclo del agua y rompimos el equilibrio perfecto de los ecosistemas del planeta. Los desastres naturales, inundaciones, incendios, sequías y epidemias cada vez serán más recurrentes y mayores sus impactos sobre la vida, por una razón; la temperatura de la tierra sigue subiendo, destruimos el suelo, inundamos el mar de plásticos y contaminamos el aire.

EL informe Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, construido por 1.300 científicos de 95 países, demuestra que la degradación progresiva de las dos terceras partes de los ecosistemas, puede tener consecuencias desastrosas para la humanidad en los próximos 50 años, estamos experimentando la mayor ola de extinciones después de la desaparición de los dinosaurios. Cada hora, tres especies desaparecen. Cada día, más de 150 especies se pierden. Cada año, entre 18.000 y 55.000 especies se convierten en extintas.

El cambio climático es consecuencia del calentamiento global, generado por el aumento en la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI), como el Dióxido de Carbono (CO2) y Metano (CH4). También sabemos, que este aumento se debe en gran medida, a la quema de combustibles fósiles (Petróleo, Carbón, Gas), la producción de cemento y la deforestación para la agricultura, la ganadería y la minería. Los combustibles fósiles, comprenden el 80% de la demanda actual de energía primaria a nivel mundial y el sistema energético es la fuente de aproximadamente, dos tercios de las emisiones globales de CO2.

La relación entre el cambio climático y la biodiversidad también van en sentido inverso, la pérdida de la biodiversidad y el deterioro de los hábitats naturales, como son la destrucción de los arrecifes de coral o de los bosques y los manglares, contribuyen al cambio climático.

Las iniciativas de la ONU, las diferentes cumbres mundiales sobre la tierra, cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, son intentos que se quedan estancados, ante la influencia económica y política, de multinacionales dedicadas a la explotación de combustibles fósiles, cementeras y grandes deforestadores, que están bloqueando el tránsito energético, evitando la implantación de políticas públicas efectivas de regulación, control y transición, hacia formas de producción sostenibles.

Las corporaciones, los bancos, la bolsa, los ricos y los políticos, están dispuestos a sacrificar la vida de miles de especies, y millones de seres humanos, para seguir alimentando su avaricia. Lo más preocupante es que millones de personas siguen por el mundo sin saber el desastre al que nos dirigimos, por acción u omisión todos seremos responsables de lo pase en el futuro próximo. Porque cuando llegue la sequía, el hambre, las inundaciones y la extinción, no van a preguntar quién sabía y quién no, no va buscar a los mayores o menores responsables, simplemente pasará.

Necesitamos una nueva visión, una visión que no tienen los viejos gobiernos y su socios en la economía mundial, son las nuevas generaciones las que podemos actuar. Esta es la década de la acción, la década de construir una nueva relación con el planeta.

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